Hablar de la historia de la Finca El Diamante, La Manchuria, La Oliva, La Gloria y La Humareda es hablar de la vida de muchos Vélez, pues fueron quince tíos y más de 60 primos los que habitaron en ellas.
Los campos y las montañas de las fincas de la Vereda La Humareda se vistieron de café hace más de 70 años, cuando Fernando Vélez V. conquistó estas tierras junto a sus hijos y su familia.
Todos en algún momento de sus vidas disfrutaron de este bello lugar durante sus vacaciones. Desde los años 50, nuestra familia siempre mantuvo una actividad comercial y agrícola en la región, pero solo las Fincas el Diamante, La Manchuria, La Oliva y La Gloria se han mantenido en manos de la familia Vélez. Los hijos, nietos y bisnietos de Roberto Vélez recuerdan haber crecido esperando los fines de semana y días festivos para escalar la montaña, jugar en plantaciones de café y con animales.
Estos fueron días felices entre las mulas, las plantaciones de café, los buñuelos de navidad y los momentos simples en familia.
Pero como en toda la historia siempre hay un villano. Así como muchas familias colombianas víctimas de la violencia, también nos vimos afectados y tuvimos que abandonar estas tierras en los años 90. Esta plaga, llamada terrorismo, inseguridad y miedo, ha surgido y crecido en Colombia. La montaña luego entonces sepultó a El Diamante y escondió esta joya bajo el matorral.
Pasaron 15 años, cuando el hombre más audaz y visionario de la familia recuperó la tierra y se abrió camino a través de la maleza para encontrar lo que fue la casa de El Diamante. Con la idea de revivir nuestra tierra, se sembraron más de 100 hectáreas de pinos. Así, los pinos dieron otra cara a la montaña y crearon un ambiente de paz y tranquilidad.
A lomo de mula se subieron los materiales para reconstruir la vieja casa que había desaparecido debajo de la maleza y hacer una réplica exacta de la casa que una vez hospedó a nuestros abuelos. El resultado fue una mezcla de emociones entre melancolía y alegría.
La familia había crecido naturalmente y tenía nuevas expectativas y ambiciones. El sueño de construir una casa más grande y más cómoda comenzó a crecer y a madurar, como la roja cereza de café, lista para ser cosechada.
La casa se convirtió en una hacienda imponente, hermosa y poderosa, de puertas abiertas para compartir sus deslumbrantes vistas con sus visitantes.
Finca El Diamante se convirtió en un paraíso para descubrir en medio de las montañas de Salgar. Un lugar digno del realismo mágico de los textos de Gabriel García Márquez. En honor a su nombre, este diamante renació luego de un abandono forzado, la violencia y la soledad, para convertirse en una verdadera piedra preciosa, un tesoro por descubrir, ahora en un territorio de pacífico.
Con la paz devuelta a la región, muchos viajeros de todo el mundo comenzaron a aparecer y descubrir un país diferente a los prejuicios negativos que tenían hasta ese momento. Nuestros visitantes se enamoran de nuestra tierra y la calidez de sus habitantes. Finca el Diamante se transformó rápidamente en un lujoso Hotel Boutique, para recibir con calidez y confort a todo aquel que desee vivir una estancia inolvidable en medio de la cordillera de los Andes colombianos.
Nuestro objetivo es ayudar a la comunidad, dándoles trabajo equitativo, educación, y formación en el sector agro-turístico, ayudando a los niños a tener educación y a los jóvenes nuevas oportunidades.
Con la compra de las Fincas La Manchuria, La Oliva, y La Gloria, ex propiedades de la familia Velez, y con las visitas de amigos y familiares del exterior nace la idea de desarrollar un complejo agro-turístico
El conjunto de estas cuatro fincas son ahora parte integral de un Gran proyecto que Armelle y Eduardo Velez se encuentran desarrollando en la actualidad y comprende:
Rápidamente nos damos cuenta de las carencias a nivel formación profesional, infraestructura y educación turística. Esto nos abren otro campo de acción para estar en equilibrio del desarrollo regional, especialmente para los jóvenes, por lo que esperamos con la ayuda de entidades como el SENA y con cooperación internacional, lograr ampliar la oferta educativa mucho más adaptada a nuestros propios requerimientos, sin olvidar el desarrollo de las artes y artesanías.
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